
Un amigo de su padre, Rafa, les presto sus carnets y pudieron ver el partido desde una de las gradas del Molinón.
El pobre Ariel no sabía muy bien a quién animar, al equipo asturiano o al equipo que vio jugar por primera vez siendo pequeño, el equipo de su barrio y del que es socio su abuelo, el Geta.
Al final se decantó por animar a este último pero sus ánimos no fueron sufientes para que el equipo getafense derrotara al Sporting, lástima.
A pesar de la derrota pasó una agradable tarde con su padre y disfrutaron de la parte que más les gusta de los partidos, el bocata del descanso.
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